El aceite de oliva es un auténtico zumo vegetal, ya que se obtiene directa y simplemente por expresión de su fruto, sin ningún procesamiento químico, por lo que se lo puede considerar el aceite vegetal más natural. Desde hace más de 5000 años, en Egipto, ya se utilizaba el aceite de oliva para iluminar los templos; siendo la primera civilización que practicó la extracción del aceite por medio de mecanismos naturales.
También era habitual la utilización de baños con aceite perfumado y la imposición a las momias, entre los años 980 a.C. y 715 a.C. Griegos, fenicios, romanos, judíos, cartagineses, árabes, hispanos y otros pueblos que comerciaban en las orillas del Mar Mediterráneo fueron los responsables de difundir el cultivo y usos del olivo, siendo en esta época cuando por primera vez se denominó al aceite “oro líquido”.
Los habitantes de la Antigua Grecia contribuyeron en gran medida a mejorar el cultivo y las técnicas de extracción del aceite. Utilizaban el aceite como alimento y conservante; además de utilizarlo como combustible, para el alumbrado, como cosmético, en medicina humana y animal, y en tejidos, para flexibilizar y suavizar las materias primas. ((Los Fenicios por su parte fueron quienes llevaron las técnicas de cultivo en España por el año 1050 a.C., y años después se adosaron los griegos.)) Si bien estas comunidades fueron quienes implantaron el cultivo en la Península Ibérica en el siglo XI a.C., la Antigua Roma fue la responsable de su expansión a todas sus colonias y el mejoramiento del cultivo, a través del desarrollo de grandes centros de producción Fue tal la importancia que los romanos le dieron al olivo que consideraron a éste y sus ramas como ícono de paz, fertilidad y prosperidad.
De esta manera, premiaban a los ciudadanos con coronas de olivo trenzadas por prestar servicios extraordinarios a su patria. Ya a finales del siglo XV, Cristóbal Colón lleva el aceite de oliva a América y lo convirtío en uno de los primeros cultivos introducidos por los españoles en el continente. Una vez esto, el olivo viajó de México a Perú, luego hizo escala en Chile y durante el siglo XVI desembarcó en tierras argentinas, en lo que hoy son las provincias de San Juan y Catamarca. Estas tierras aceptaron a las plantaciones de manera perfecta y aún allí podemos encontrar una de las plantaciones de Arauco más antiguas, el llamado “Olivo Viejo” u “Olivo de Arauco”, plantado allá por los tiempos de Carlos III.
Cuenta la leyenda que hacia fines del siglo XVII, el Virrey del Perú ordenó quitar todas las plantas de olivos de su Virreinato. Sin embargo, una anciana de la Villa de Amoigasta, ahora territorio de la provincia de La Rioja, guardó en su poncho una pequeña planta que más tarde resultó ser la única sobreviviente de las plantas de olivo en el territorio. Desde aquel momento y luego de atravesar varias vicisitudes, Argentina se posiciona hoy como uno de los primeros 10 productores de aceite de oliva del mundo. A pesar de esto, el país sigue trabajando para conseguir un aceite de excelente calidad destinado a mercados exigentes y de calidad acorde a la requerida por los principales países compradores.